martes, 1 de noviembre de 2011

Cornelis Zitman en Conde Duque.


Comisario: Carlo Armas Ponce.
Ubicación: Sala de exposiciones 3 de Conde Duque. C/ Conde Duque, 11. 28015 Madrid.
Fechas de exposición: 10/06/2011 - 16/10/2011.
Información: www.esmadrid.com/condeduque.
Fecha de visita: 15/10/2011.










      La obra del holandés Zitman expuesta en esta ocasión se centra básicamente en la representación escultórica de los indígenas de Venezuela. Así encontramos en un espacio aproximado de 1000 metros cuadrados una cantidad de 103 esculturas, su mayoría realizadas en bronce, 25 dibujos y un óleo, fechado en 1946, que constituye la obra más antigua del autor.

     La trayectoria artística de Cornelis viene estrechamente ligada, como en la mayoría de artistas, a sus experiencias vitales. Proveniente de una familia de constructores, fue en Holanda, donde se formó estudiando Bellas Artes en la academia de La Haya y posteriormente, por un periodo de 3 años en el que regresó de Venezuela (país al que se traslado en 1947), donde aprendió técnicas de fundición con el escultor Starreveld.

     Sin lugar a dudas, una de estas experiencias significativas que influyeron al artista en su juventud fue la visita a dos exposiciones en Amsterdam. Una de ellas, El retorno de los antiguos maestros, de Van Eyck a Rubens, conmocionó a un joven nada interesado en el arte moderno y sí entusiasta del dibujo. La otra exposición, Matisse-Picasso, se convertirá en una revelación personal, en la que descubre la representación de la belleza de Picasso, salvando las deformaciones, belleza cargada de verdad y de alma.

     La partida de su ciudad natal, Leiden, ante la posible llamada a filas de su país para huir a Venezuela e instalarse en la isla de Grenada, se convirtió en un hecho fundamental que marcó de manera contundente su estilo. Allí compaginó su trabajo como empresario de construcción de muebles con la faceta artística.

     Una de sus primeras esculturas, Mujer sentada, de 1948, ganó el primer premio del Salón Nacional en 1951. Se ha considerado la similitud de esta pieza con la obra del escultor italiano Arturo Martini, detractor del arte moderno y el abstracto. Sin embargo, esta forma escultórica de líneas claras y contundentes, de volúmenes definidos y limpios será una de las características de Zitman a lo largo de su obra.

     Las piezas expuestas en esta ocasión resultan atrayentes por varios motivos. En primer lugar, y tal y como se ha calificado en ocasiones a la obra de este artista, transmiten una sinceridad sorprendente. Esto es, nada de metáforas descifrables, nada de simbolismos ocultos, parece representar la realidad tal y como se le presenta. Actitudes relajadas en sus personajes, escenas cotidianas, la belleza de lo visible en su máxima sencillez.





     El material que suele emplear para ello, bronce, y la depuración de su técnica apoyan la sensación de pureza y no artificios. Los diferentes tonos de bronce empleados en una misma pieza hace que configuren una totalidad interesante (ej. Mujer Sombrero). La mezcla de materiales más orgánicos, como la madera (ej. Pescadorcito), dotan a algunas piezas de cierta cercanía y sensación de calidez que compensan el frío y la dureza del bronce.





     Mencionar también la originalidad de las peanas en las que se apoyan muchas de las esculturas. Esto es, círculos de bronce de gran diámetro colocados en el suelo y llenos de arena. El empleo de este material también aporta suavidad y apariencia más orgánica.





     En ocasiones realiza la misma pieza generando una serie, cuya diferencia entre ellas es el empleo de materiales y/o dimensiones distintas (ej. Luna, realizado en resina, y Lunita con Almohadas, de bronce, ambas pertenecientes a la serie Luna). Este mero cambio hace que la percepción y sensaciones que generan piezas prácticamente iguales sean muy diferentes.






     La voluptuosidad de las formas en la mayoría de sus figuras, sobretodo femeninas, es otra característica del general de la obra. Evidentemente, este rasgo hace imposible que no se pasen por la cabeza autores como Botero, sinónimo de dicha cualidad en las carnes de sus representados. Esta particularidad, unida a las dimensiones de determinadas piezas, producen una sensación impactante. Un ejemplo de ello lo encontramos en su pieza Señora Hamaca. En otros casos, un número de figuras de dimensiones más pequeñas y estilizadas nos recuerdan las conocidas esculturas de Alberto Giacometti.





     También encontramos en la entrada de la exposición una única pieza que trae a la memoria los dibujos en el aire a base de planchas de metal de José González.





     Adentrándonos unos pasos, los bustos expuestos tienen reminiscencias a los cabezas de Brancusi, con la diferencia de que Zitman los coloca en peanas de madera y les confiere una personalidad más notable, identificándolas con rostros de los nativos venezolanos.





     Si hay que destacar un rasgo por encima de todos, sin duda para mí sería el equilibrio con el que Zitman dota a gran parte de sus obras. Como he mencionado antes, elementos de grandes dimensiones están sustentados en ocasiones por un único y estrecho punto que las une a la peana (ej. La Desconocida o Pícara). La contradicción entre el peso que denotan las esculturas (generado por las dimensiones, los materiales e incluso las actitudes de los representados) y la fragilidad de su apoyo es una característica de lo más sorprendente y peculiar. Plantearse cómo lo consigue sigue siendo un misterio para mí.






     Otro detalle a tener en cuenta ante la obra de este artista es la diferencia en cuestiones de acabado entre ciertas piezas. Así pues, nos encontramos con determinadas esculturas cuyo tratamiento del material y textura final son más brutas que otras, más naturales, no tan pulidas. Se podría decir que en cierto modo son más salvajes y cercanas a la realidad. Éstas están en oposición a otro tipo de acabados mucho más limpios y sutiles, delicados y, a mi modo de ver, que ocultan en gran parte la intención que el autor tiene a la hora de representar una realidad natural. ¿El posible motivo? Vendible a altas esferas versus creación sin condicionamientos.







     Un acierto por parte la de organización de la exposición es la iluminación (excepto en la escultura Lectura, totalmente desamparada de luz en mitad de la sala). Ésta, generada en su mayoría a través de cenitales, potencia las formas de las piezas y les confiere mayor contraste e intensidad. La ubicación concreta de algunas de las esculturas generan un espacio propio a través de la luz. Así pues, cabe mencionar Cama Grande, colocada al lado de un gran ventanal, configurando mediante la imaginación una habitación por cuyos cristales entra la luz exterior, o Columpio, suspendida en el aire a través de cuerdas metálicas que le dan movilidad, e iluminada frontalmente, hecho que permite que su sombra pase a formar parte activa de la escultura.






     El espacio pues está compuesto por numerosas obras emplazadas con acierto (la gran mayoría ) y aire entre ellas, permitiendo así su completa visión. Evidentemente, algunas de ellas están ubicadas cerca las paredes y éstas son las más desafortunadas. Destaco Niña Vestida, cuya dificultad para rodearla hace que uno de los detalles más importantes referentes al significado de la pieza (piedras en las manos) quede oculto para la mayor parte del público que, deduzco, no considerará oportuno la vista trasera si tiene en cuenta la colocación establecida por el comisariado.


     La visita se convierte en un espacio limpio y agradable, sin interferencias, favoreciendo la contemplación y análisis de la obra de este artista. Después de la lectura del díptico que facilitan en la entrada, los escasos textos que se pueden leer incrustados en las paredes aportan información sobre el autor, críticas y alguna curiosidad del mismo sin entorpecer la visión. Los datos referentes a cada pieza son concretos y adecuados, excepto en el óleo que se encuentra como cabecera inicial del recorrido, cuya cartela era inexistente. Todo hay que decir, que el inicio de este recorrido no quedaba muy bien definido (servidora empezó por el final), aunque el orden en la disposición de las obras no creo que tuviera excesiva relevancia (más allá de leer su biografía antes de ver piezas o toparse con el óleo, considerado su primera obra). Las visitas guiadas gratuitas que ofrece la sala, en concreto El mundo de Zitman, habría sido una opción a tener en cuenta.

     En definitiva, una visita interesante cuya difusión a través de los medios ha sido, desafortunadamente, insuficiente.









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