domingo, 22 de enero de 2012

Marino Marini en Conde Duque.



Exposición: MARINO MARINI.
Comisario: Marisa Oropesa.
Ubicación: Sala de exposiciones 3 de Conde Duque. C/ Conde Duque, 11. 28015 Madrid.
Fechas de exposición: 15/11/2011 - 19/02/2012.
Información: www.esmadrid.com/condeduque.
Fecha de visita: 21/12/2011.




     La exposición de Marino Marini (Pistoia, 1901-Milán, 1980), considerado uno de los máximos exponentes del arte italiano del S.XX y XXI, está constituida por un total de 75 piezas (25 esculturas, 10 pinturas y 40 dibujos). La temática que las recoge suele considerarse icónica. Así, el desnudo, caballos y jinetes, el circo y la figura mitológica de La Pomona, forman una fuente de inspiración fundamental para la obra de este artista. No en vano, sus piezas tienen nombres como “Desnudo femenino” (1932), “Malavarista” (1940), “Bailarina” (1953), “Pequeña bailarina” (1953) o “Caballero” (1956). Cabe también destacar a este autor como artífice de un gran número de retratos psicológicos, entre los que se encuentran los realizados a amigos como Stravinsky, Chagall, Mies Van Der Rohe o Jean Arp.

     El nacimiento de Marini en la Toscana, cuna de los etruscos desde el S VI a.C., fue de sus primeras influencias, quedando siglos de mitología y tradición escultórica plasmados en muchas de sus piezas. Esta herencia también la adquirieron otros artistas contemporáneos como Medardo Rosso, Arturo Martini y Manzú, todos ellos modeladores y cercanos para Marini. Su aprendizaje en la Academia de Bellas Artes de Florencia y sus constantes viajes a París, en los que entró en contacto con las nuevas tendencias artísticas, también son constituyentes de un estilo cargado de modernidad y simbolismo en sus esculturas, de trazos firmes y gran colorido en sus pinturas. Testigo del traslado de la capital del arte desde París a Nueva York, Marini se vio influido por artistas como Picasso, Maillol y Braque, entrando en contacto con Julio González y Brancusi (que realizaba talla cerrada, normalmente en piedra) y llegando incluso a establecer gran amistad con De Chirico, Henry Moore y Severini.

     Otro de los grandes acontecimientos que marca inevitablemente el desarrollo del estilo de Marini es el haber sido testigo de las dos Guerras Mundiales y el correspondiente periodo de entre guerras. El reflejo del dolor, el pesimismo y la desesperanza del momento evoluciona de una manera progresiva en sus piezas, tanto a nivel formal como conceptual. Así, por ejemplo, vemos a caballos y jinetes cada vez más abstractos y con mayor pérdida de equilibrio.

     Autor de reconocido prestigio a lo largo de su vida, fue nombrado miembro de honor de la Academia de Bellas Artes de Florencia, miembro de der Orden Pour le Mérite für Wissenschaften und Künste, alta condecoración alemana, y ciudadano honorífico de Milán. Fue ganador del Gran Premio de la Exposición Universal de París y el Gran Premio de la Academia de Roma. Participó como jurado en la Bienal de Venecia, donde le dedicaron una exposición individual y donde años después gana el Premio Internacional de Escultura. Asimismo, fue partícipe también en exposiciones como Twentieth Century Italian Art, en el Moma, entre otras.

     Siete años antes de su muerte en 1980, se inauguró en Milán el Museo Marino Marini.






     Centrándonos en las esculturas expuestas en esta ocasión en Conde Duque, nos encontramos ante piezas de bronce de mediana dimensión en su mayoría. Si una característica es común a todas ellas es la huella que el autor deja a lo largo de todo el proceso de creación, desde el primer modelado, pasando por el negativo hasta el positivo final. Esta huella de la herramienta (escofina, espátula,…) que insiste en la forma de donde está ubicada, acaba configurando una pieza llena de matices y con una textura extremadamente rica, textura en ocasiones parcelada a conciencia por su creador. La impresión que me genera este tipo de acabado en estas obras es de algo inmediato, impulsivo, con más fuerza que técnicas más depuradas o realistas. Partes concretas más desdibujadas en algunas de las piezas hacen pensar en posibles bocetos inacabados que posteriormente se han pasado a bronce.







     La técnica que probablemente usa Marini en la mayoría de sus piezas es la escayola directa. Una vez conseguido el bronce final, otro elemento que dota a cada escultura de particularidad es el uso de las pátinas sobre éste. Los goterones de los distintos ácidos son únicos en cada escultura y generan una policromía muy característica.



 




     Como hemos mencionado anteriormente, el estilo de Marini va evolucionando con el paso del tiempo y las circunstancias. Así, en algunas de las obras más tempranas que encontramos en esta exposición, como por ejemplo “Mujer Desnuda”, de 1932, nos encontramos un hacer totalmente académico. Esta pieza en concreto, se trata de un fragmento de torso tallado en el tronco de un árbol, detalle que se aprecia sobretodo por el corte de la pieza en la parte superior.

     En sus modelados observamos esta evolución si comparamos la escultura “Malabarista”, de 1940, con modelado poco apretado, insistencia en determinadas zonas y huella de sus moldes, con otras del año 53, como “Bailarina” y “Pequeña Bailarina” o “Caballero”, de 1956, obras no académicas, con cierta dureza y apretadas aunque no rígidas. En estas últimas piezas busca el aire, el movimiento o el gesto de un momento concreto sin insistir ni recorrerlas demasiado con las herramientas. Incluso destacaría el uso más frecuente de líneas contundentes, acercándose a la abstracción y generando formas casi geométricas.



"Pequeña bailarina", 1956.



     El empleo de los distintos materiales en las peanas queda muy patente en la serie de retratos que nos encontramos en la sala. El modelado suelto del barro adquiere un aire totalmente distinto al ser ubicado en una peana de acero o en una de metacrilato (más frío). En estos retratos observamos una aire psicológico muy marcado, evidente en el hecho de que sus cráneos son pequeños y sin detalle, dando importancia al gesto que retrata el carácter del representado, asemejándose así a las máscaras. En ocasiones, Marini funde las esculturas con la peana empleando para ambas el bronce, como en “Caballero”. El sello del autor está siempre impreso, incluso en estas piezas.







     La sala de exposiciones, dada su amplitud, genera un espacio agradable donde encontrarse con el elevado número de piezas y aire entre ellas. Ninguna interferencia y el silencio reinante hacen de esta visita un momento de disfrute sin orden rígido establecido en su recorrido.

     La distribución de los elementos podría resumirse en pintura y dibujos fundamentalmente en el centro, y esculturas en el exterior. La ubicación de éstas últimas, aún cercanas a las paredes, gozan del suficiente espacio alrededor como para su completa observación. La iluminación del espacio es la adecuada ayudando al análisis desde todos los puntos de vista.

     La información aportada por la organización es escueta: un díptico, un par de paneles introductorios del artista en la entrada de la sala y breves cartelas en las piezas. Quizás para salir con mayor información, habría sido acertado disfrutar de las visitas guiadas gratuitas que Conde Duque ofrece de viernes a domingo a los interesados.

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